Trabajando por la inclusión de las
personas en situación de discapacidad

11/02/2016
Cómo hablamos define nuestra relación con lo que designamos

Referirse a otra persona como discapacitado, lisiado o inválido tiene repercusiones en la psique  del emisor y del receptor

Elegir una palabra en detrimento de otra da a conocer cuál es nuestra relación con lo que estamos designando. No es lo mismo hablar de discapacitado que de persona con discapacidad, la primer designación define a la persona por lo que no puede hacer o por lo que no tiene, mientras que la segunda destaca su calidad de persona, un “alter ego”, otro yo, digno de respeto. ¿Qué lugar ocupa en nuestra mente? ¿Una persona que no puede, no tiene, que es diferente a mí, o una persona, como yo?

La discapacidad es una temática inexistente en la mayoría de los programas escolares o liceales de nuestro país. El conocimiento que uno puede adquirir al respecto se da por lo tanto a través de lo que escucha o le transmiten. Esa es en la mayor parte de los casos la experiencia que uno tiene respecto de la discapacidad si no tenemos un familiar o una persona cercana que presente una.

Nos referimos a las cosas como las vemos, como las sentimos y como las pensamos. “Las palabras son las que organizan y estructuran el psiquismo y la conciencia. La forma en la que una persona usa esas palabras tiene que ver con cómo se fue aprendiendo, cómo se fue dando su vida, qué le fueron mostrando y cómo se lo fueron mostrando para que se pensara en esas palabras y no en otras”, define el psicólogo de la Fundación Bensadoun Laurent, Santiago Rodríguez.

Este es el punto de partida de las palabras, las experiencias que nos conforman hoy como personas y nuestra cultura hacen que utilicemos determinadas palabras para designar las cosas sobre las cuales queremos comunicar algo. Pero las palabras tienen también un efecto en el receptor. Si una persona nos dice que trabajamos bien o que somos atractivos, estructuramos nuestra forma de actuar de una forma, sintiéndonos capaces y volviéndonos capaces, se configura una realidad. Pero si por el contrario nos llaman inválidos, pobrecitos, o como sucede comúnmente, discapacitados, esto también configura una realidad en quien lo recibe, lo encasilla y puede generar que esta persona pierda la confianza en si misma y no destape cuantiosos potenciales que se pueden tener, aun presentando una discapacidad.

Cada vez más sociedades del mundo se van abriendo a la diversidad, a la multiculturalidad y al reconocimiento de las inteligencias múltiples solo enriqueciéndose en el proceso, que es largo. Más allá de que para algunos el lenguaje ya es, y el querer cambiarlo es solo una cuestión de moda, como usamos las palabras un primer paso es, al menos, para cambiar nuestra sociedad.